Por Susi Sotalero
Área de Comunicación e Incidencia, DHSF
La situación de desigualdad y exclusión estructural que viven las mujeres de nuestro país, evidencia que existe un debilitamiento en la transversalizacion de la perspectiva de género en los procesos que intentan mejorar la calidad de vida de las mujeres, principalmente de aquellas que viven en comunidades indígenas, campesinas o zonas rurales.
La falta de acceso a servicios públicos básicos, la situación de extrema pobreza y la violencia de género permanente, son los principales problemas a los que se enfrentan a diario las mujeres rurales.
Según las cifras registradas por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables durante el 2018, en la región de Cusco, se han registrado más de 6 mil casos de violencia entre física, psicológica y sexual, lo que posiciona a Cusco en la tercera región con más altos índices de violencia contra la mujer, sin embargo, es evidente que estos datos solo corresponden a aquellas victimas que decidieron denunciar; pues existen mujeres rurales agredidas y violentadas que aún no se atreven a denunciar, por diferentes factores, porque han sido discriminadas, porque los operadores de justicia -principalmente la PNP- desmerecen sus denuncias o las culpan de haber ‘provocado’ el acto de violencia, o finalmente terminan revictimizandolas.
Frente a estos contextos desalentadores y lamentables, las mujeres rurales organizadas en las provincias altas de Cusco (Chumbivilcas, Espinar, Paruro) se han visto en la necesidad de intentar revertir la situación a la que se ven obligadas a vivir y soportar en su día a día, elaborando así sus instrumentos de gestión que recogen las principales demandas, exigencias y propuestas para mejorar las condiciones de vida de las mujeres y generar mayores oportunidades para promover y garantizar sus derechos fundamentales.
La agenda de la mujer Chumbivilcana denominada “warmikunaq rimaynin” (la palabra de las mujeres) al igual que la agenda de la mujer K’ana de Espinar y la agenda de la organización provincial de mujeres “Warmikuna Tikarisun” de Paruro, están articuladas al pacto internacional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), al Plan Nacional de Género y al Plan Regional de igualdad de Oportunidades (PRIO), documentos que buscan el pleno ejercicio de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, ambientales y culturales de mujeres y hombres, en un contexto de igualdad de oportunidades.
Estos instrumentos se elaboraron de manera articulada y coordinada con instituciones públicas y privadas comprometidas con el desarrollo de cada provincia y principalmente con las mujeres rurales.
Los diferentes puntos de agenda identificados por las organizaciones sociales de mujeres, se han priorizado en ejes temáticos de salud, educación, generación de ingresos económicos, violencia de género, recursos naturales y medio ambiente, y participación política y ciudadana.
Además se han identificado cuatro puntos principales de manera trasversal: 1.- Una vida libre de violencia para las mujeres, generando campañas de sensibilización de manera descentralizada, en coordinación con instituciones competentes, así mismo promover mecanismos de prevención y acompañamiento en casos de violencia; 2.- Que las mujeres rurales puedan alcanzar la independencia económica a través de un negocio y/o empleo promovido desde el Estado (proyectos de emprendimiento enfocado a las mujeres) o sector privado; 3.- Justicia y reparación para las personas (mujeres y varones) de las zonas rurales que fueron víctimas de las esterilizaciones forzadas entre de los años 1995 y 2001, durante el gobierno de Alberto Fujimori; y finalmente 4.- Gozar de y un medio ambiente adecuado y saludable; defender los recursos naturales de manera libre, sin maltratos, hostigamientos, ni persecuciones a los líderes y lideresas, principalmente en contexto extractivos, pues en provincias altas, la práctica de criminalización a defensoras del territorio ha sido permanente por parte de las empresas y el mismo Estado.
Finalmente, el mayor desafío para las mujeres son las relaciones entre mujeres a nivel organizativo, son las propias mujeres quienes desacreditan la participación de la mujer en diferentes espacios dentro de sus provincias y ¿qué deben hacer? En realidad considero que no existen recetas ni manuales que nos ayuden a revertir esta situación, sin embargo se debe apostar por reflexionar sobre el costo que implica ser mujer, aún más en zonas rurales y extractivas, donde la situación para la mujer es más dura y lo único que queda en estos tiempos difíciles es ser solidarias entre mujeres, pues somos las primeras en sentir los impactos de un sistema que nos violenta y excluye•