Por Carolina Dupont
Como cada año, hoy, 8 de marzo celebraremos el Día Internacional de los Derechos de las Mujeres. Si bien, para algunos, será la oportunidad de regalar una flor y recordar “lo maravilloso que son las mujeres”; muchos de nosotros recordamos esa fecha por el asesinato de 146 mujeres, quemadas en una fábrica textil de Nueva York en el 1908, en la represión de una huelga de mujeres que exigían el respeto de sus derechos sociales y económicos.
Es una fecha, pues, de reivindicación de los derechos humanos de las mujeres; recordar que los derechos que gozamos hoy han sido ganados por la lucha de las mujeres de ayer, y reafirmarse en la lucha por los derechos que nos quedan por conquistar: educación en igualdad de derechos, garantía de nuestra integridad física, sexual y psicológica, autonomía absoluta sobre nuestros cuerpos, igual participación en los espacios públicos y toma de decisiones…
Hoy, las mujeres siguen siendo particularmente vulnerables ante problemas sociales como el acceso a un trabajo digno; la corrupción, que nos afectan directamente –la impunidad de la violencia machista en el Poder Judicial pone a menudo nuestras vidas mismas en peligro; las mujeres son quienes más asumen los problemas de salud de su familia, se enfrentan con más desesperación a casos de criminalización de la protesta y de contaminación ambiental por su propio rol reproductivo y su responsabilidad en las tareas de cuidado. Sin embargo, la participación social y política de las mujeres, en la ciudad del Cusco tanto como en las provincias altas, sigue siendo limitada, marginal, e incluso a menudo cuestionada por muchos varones.
Por ello, es urgente y necesario articular agendas para este 8 de marzo: por un lado, por nuestros derechos fundamentales que están atacados a diario por ser mujeres; y por otro, por nuestra participación efectiva en la gestión común de asuntos sociales, para luchar contra los problemas que nos afectan igual, sino más, que los varones. Necesitamos hoy un feminismo interseccional, que reivindique la situación específica de las mujeres indígenas afectadas por la minería, la de las mujeres lesbianas y trans, la de comuneras victimas de esterilizaciones forzadas, la de las trabajadoras más precarias.
Este 8 de marzo, no celebramos el Día de la Mujer, pues no hay un modelo pre-concebido, único de mujer; sino el Día por los Derechos de las Mujeres, porque somos muchas y muy diversas, luchando todas por una emancipación común, y cada una en contextos diferentes por agendas diferentes.