Por: Oracio Pacori –
Director Ejecutivo de DHSF
En el bicentenario, principalmente mirando el interior del país, no reflexionar sobre los acontecimientos más visibles de la segunda vuelta electoral, plasmado en altos niveles de discriminación, fluidos por mensajes de racismo y canalizados libremente por medios de comunicación de los que tienen concentrados el control de medios, sería un atropello más al largo y difícil desafío que ejercen los pueblos andinos y amazónicos en el ejercicio real de sus derechos.
Debemos destacar que estos mensajes y discursos de racismo han llamado la atención de organismos internacionales como Amnistía Internacional, que ha rechazado cualquier acto de discriminación racial y por preferencia política; así como de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y de organizaciones de pueblos originarios quienes demandaron respeto al valor de su voto. No obstante, estas reacciones no fueron suficientes para aliviar la fractura visibilizada.
En una sociedad multicultural como la nuestra estos llamados de atención y voces poco difundidas de los pueblos originarios deben marcar las prioridades a seguir. En lo posible se debe evitar la exclusión de algunos de estos grupos en los procesos de toma de decisiones para así garantizar que no se excluyan sus intereses y necesidades.
El momento político y social actual es ideal para dejar de alimentar las desigualdades históricas que hoy nos pasan factura. Así, en este bicentenario se traza como un asunto pendiente y prioritario la inclusión y reconocimiento real de los pueblos originarios, plasmado en el principio de igualdad y no discriminación.
El Proyecto Especial Bicentenario reconoce como ejes fundamentales la integridad, la igualdad de oportunidades, el diálogo y reconciliación, la sostenibilidad, la integración y competitividad, y la identidad y diversidad.
Debemos destacar que estos principios no pasan por una mera representación o cuota de representación política o derechos de minorías aún visibilizadas, sino por un proceso de tolerancia y reconocimiento de que estas poblaciones son parte de nuestra sociedad, con los que convivimos y con quienes debemos vernos como semejantes unos a otros. Es necesario un derecho real de reconocimiento y ejercicio de derechos de los pueblos originarios.