Por: Blga. Karem Luque – Área de Derechos Colectivos y Medio Ambiente
Hace algunos días mientras todas y todos seguíamos perfeccionando nuestro arte culinario en nuestras casas, escuchamos la ampliación del aislamiento social por 13 días más por parte del presidente Vizcarra. Las disposiciones del toque de queda ahora son más estrictas, todo por el incumplimiento a la cuarentena de ciudadanos/as que no han respetado las medidas del gobierno, en algunos casos se puede justificar la presencia de algunas personas en la calle ya que no se encuentran dentro de los beneficiarios del bono estatal, y tienen que trabajar el día a día.
En este contexto tan difícil para muchas personas queremos compartir algunas reflexiones a partir del caso de Espinar sobre como estan afrontando esta cuarenta las comunidades del entorno minero de Glencore – Antapaccay y particularmente las y los afectados a la salud por metales tóxicos:
1. Inamovilidad social, entre la ciudad y el campo.
El COVID-19 ha hecho que hoy todas y todos los ciudadanos y residentes en Perú no podamos movilizarnos con normalidad, que se cierren las fronteras, que hoy más que nunca velemos por nuestra seguridad y la de nuestra familia, pero también ha hecho que seamos mejores personas para cuidar y proteger la salud de los otros. Paradójicamente en Espinar hemos podido corroborar que esta medida del “estate quieto” no ha sido aplicada de la misma forma por todos. Y tal como lo indicaron algunos dirigentes en Espinar había un sector – minero – que estaba con corona frente al coronavirus .
¿Pero que de malo tiene que la empresa minera siga trabajando con normalidad? – Se preguntarán -, pues en lo laboral, vimos que hay varios trabajadores que se han contagiado con el COVID-19 por no haber cumplido con el aislamiento social dispuesto para todo el país , definitivamente este es un grave daño al personal que labora en esas condiciones.
La segunda observación va en el marco social, “… la semana pasada he visto como llegaron en buses varios trabajadores gringos, tenemos miedo porque estamos cerquita a la empresa, tú sabes compañera estoy a un pasito no más”, me comentaba un comunero preocupado por la situación y alarmado por este libre tránsito que sigue teniendo la empresa minera, “… Si hubiera algún accidente de derrame de mineral, ¿Cómo reaccionaría?, si no puedo salir de mi casa” continuó el comunero. Otra comunera, cuando le pregunté cómo se sentía en este periodo de cuarentena me decía: “Como la calidad del agua y del suelo ya no es tan bueno, no he sembrado mucho, tengo miedo de vivir aquí, si no estuviese la empresa me doy cuenta que seguiría criando feliz a mis vaquitas y no me faltaría alimento”, ambos relatos demuestran una vez más que la relación con la empresa les genera desconfianza y miedo. Este es un impacto no visible que va acumulándose en la población.
Y lo cierto es que los privilegios y la irresponsabilidad de la minera Antapaccay en Espinar está exponiendo a cientos de comuneros/as del entorno minero a posibles contagios, siendo además los más vulnerables en este momento por tener antecedentes de presencia de metales tóxicos en sus cuerpos.
2. Aprovechamiento descarado en tiempos de crisis sanitaria.
Entre toda esta incertidumbre en Espinar se emprendieron reuniones multisectoriales para poder responder a la situación de crisis, como se sabe aún no se han podido atender a las personas afectadas con metales tóxicos en la provincia de Espinar, son 1602 personas dosadas en sangre y orina, pero, así como lo ratificó el director del hospital Ernesto Choquehuayta: “Este hospital es el mas pobre de la región”. Y es que en la provincia no se tienen las condiciones para atender de manera especializada a la población afectada por metales. Las pocas atenciones que se dieron mantienen precariedad presupuestal, por ello, el 2018 ante tanta insistencia de las comunidades afectadas se pretendía aprobar y ejecutar un proyecto que pueda atender a 7 comunidades del entorno minero asignando un presupuesto del convenio marco de más de 3 millones de soles. Esto nunca llegó a concretarse y solo se continuaron con paliativos que fueron desapareciendo en el tiempo.
Sin embargo, durante las reuniones que se sostuvieron en este equipo multisectorial provincial y ante la amenaza del COVID-19 se optó por usar el presupuesto que perciben bajo la modalidad de utilidades a partir del Convenio Marco que se aprobó hace muchos años atrás entre la empresa minera y Espinar. “Es de aclarar que los fondos del convenio marco son producto de la lucha y la pérdida de vidas del pueblo de Espinar y no es un aporte voluntario de la empresa minera, manifiestan en un comunicado reciente la Federación Unificada de Campesinos de Espinar (FUCAE), y es que, como se ha podido observar en varios medios de comunicación la empresa minera Antapaccay ha estado manejando un pseudo discurso de apoyo en esta crisis, lo cual ha generado el rechazo absoluto de la población en Espinar. No hay aportes voluntarios aun cuando ellos conviven a diario con muchas personas que están con graves daños a su salud por la contaminación generada en su territorio y que ahora está enfermándolos silenciosamente, el supuesto aporte es de propiedad de los espinarenses que han tenido que luchar durante años para exigir algo de respeto por la explotación y expropiación de sus territorios.
3. La solidaridad y el amor de hogar
Los cientos de jovenes que han migrado del campo a la ciudad en los ultimos años buscando mejores condiciones de vida, de estudio y de trabajo, ya sea en Espinar y en otras provincias ahora se encuentran confundidos y preocupados, ya que este virus esta atacando principalmente las grandes ciudades, inclusive algunos quieren volver a sus comunidades pues se sienten huerfanos y encerrados en estas ciudades. Por esto nos parece hermoso que en medio de esta emergencia cientos de comuneros y comuneras preocupadas por sus hijos han enviado hasta Arequipa y Cusco los pocos alimentos con los que cuentan, hemos podido notar que, en estos tiempos de crisis, las comunidades junto a organizaciones de jóvenes se han unido para garantizar la comida a sus hijos que se fueron de Espinar, una vez más son las comunidades, los que menos tienen, los que nos dan una lección de solidaridad y esperanza de vida, el campo siempre sera el origen, el soporte y alimento de las ciudades. Es una lástima que los últimos gobiernos nacionales hayan menospreciado a este sector de la población en el país y puesto por encima de ellos los intereses de empresas que hoy siguen siendo indiferentes con estas comunidades.