Por Melissa Wong – Línea Mujer – DHSF
El ser líder va mucho más allá de tomar la decisión final y de agarrar el micrófono y hacer demandas. El ser líder es poder representar genuinamente al colectivo, apoyar, inspirar y ser su voz. Caben aquí dos cosas que analizar, primero: ¿los líderes que actualmente tenemos representan la diversidad demográfica del colectivo? Y segundo: ¿Las demandas reflejan las problemáticas y preocupaciones de todos los que forman parte del colectivo, incluyendo a los más vulnerables?
En los movimientos sociales toda asociación o frente de defensa es liderado por varones, aunque la mitad de la población está compuesta por mujeres. Las juntas directivas rara vez tienen a un miembro femenino, y en caso que sí, ellas suelen ocupar cargos de secretaria o tesorera. Esta falta de liderazgo femenino no es una problemática única de los movimientos u organizaciones sociales, más bien, sigue un patrón socio-estructural global sobre la manera en que comprendemos el liderazgo.
A nivel global, en el ámbito empresarial y financiero, el 75.3% de los puestos más altos y cargos en juntas directivas siguen siendo dominados por varones. En América Latina, esta brecha es aún más profunda. En 2016, los varones ocupaban el 92..7.% de los puestos en las juntas directivas de las 100 empresas más grandes de la región, dejando solo el 7.3% a cargo de las mujeres. La mitad de estas empresas no contaban con ningún miembro femenino en su junta directiva¹.
En el ámbito político, aunque cuotas electorales de género en el Perú han aumentado la representación de mujeres en partidos políticos, aun se evidencia que a nivel nacional la preferencia electoral sigue siendo hacia los varones, como se demostró en los resultados de las elecciones regionales y municipales de 2018. De un total de 2,096 nuevas autoridades elegidas solo 20 fueron mujeres que alcanzaron una alcaldía, y ninguna a un gobierno regional². Si rememoramos la historia nacional, desde la instalación de la democracia aún no hemos tenido una mujer presidenta.
La falta de liderazgo femenino es un producto de factores sociales, económicos y culturales, que crean barreras reales y perceptuales para las mujeres. Estereotipos de género normalizados en la sociedad atribuyen a la mujer características de cuidadora, emocional y comunicativa todo lo contrario al varón, a quien se le atribuye el ser fuerte, decisivo y asertivo. Bajo el concepto generalizado de un “líder”, estas características potencian al varón y descalifican a la mujer como líder, fomentando sesgos conscientes e inconscientes en las preferencias de elección y votación. La internalización de estas perspectivas también influye y limita las aspiraciones de mujeres y la probabilidad de verse a ellas mismas o a otras mujeres asumiendo cargos de liderazgo.
No obstante, está evidenciado que cuando hay mujeres en puestos de toma de decisión el desarrollo comunal y empresarial incrementa. El liderazgo femenino promueve un enfoque colectivo y sostenible, resultando en mayor inversión en las personas, planificación a largo tiempo y en la toma de riesgos consientes. Al mencionar esto, no se está diciendo que el liderazgo femenino es mejor que el masculino, aquí lo que se explaya es que hay diversas maneras de liderar, y que, por un lado, el concepto del liderazgo basado en la hyper-masculinidad (fuerte, decisivo, asertivo) no es realmente representativo del colectivo, ni siquiera de los varones. Y, por otro lado, niega el derecho de la mitad de la población en asumir cargos de toma de decisiones, aunque esto podría ser beneficioso para el colectivo.
En comunidades afectadas por proyectos de extracción, la investigación promovida por Derechos Humanos sin Fronteras “Mujeres, Minería y Salud Mental” realizada entre 2017 y 2018 (y a publicarse el siguiente mes), resaltó que las mujeres experimentan los impactos negativos de los proyectos de manera diferenciada dado a que su situación de desventaja es exacerbada por los cambios generados en el ambiente, la economía y el tejido social. Sin embargo, existe poca comprensión sobre esto por parte de las empresas y lideres sociales, más la mínima representación femenina en mesas de diálogo y cargos de liderazgo, pasa por alto sus problemáticas y demandas.
Consideramos que en estos contextos, es primordial promover el liderazgo de mujeres, por ello, durante los meses de julio, agosto y setiembre apostamos por promover, de la mano de la Asociación de Mujeres Defensoras del Territorio y la Cultura K’ana, la Escuela de Formación de Mujeres Lideresas de Espinar “K’ANA WARMIKUNA ALLIN YACHAYMAN PURISUNCHIS” con el objetivo principal de valorar el liderazgo femenino y fomentar las capacidades de mujeres lideresas de la provincia.
La escuela comenzó enfocándose en lo interior, promoviendo entre las mujeres el análisis de sus cualidades y limitaciones, no en forma de crítica, sino más bien desde un enfoque de re-valorar su ser, sus ancestras y lo que han logrado como mujeres. Analizando como crecieron y las responsabilidades que asumieron por obligación, porque ellas desearon y las que se les negó.
Ellas reflexionaron sobre cómo la sociedad las trata por ser mujeres, y cómo actualmente ellas tratan a varones y a mujeres en distintas etapas de la vida. Por ejemplo, compartieron que desde niñas las inculcan a realizar actividades domésticas, mientras que a los niños se les da más libertad de hacer lo que deseen. También fue evidente que en los niños fortalecen la confianza de tomar decisiones, mientras que a las niñas constantemente se les cuestiona o impone.
Entre otras congruencias, las reflexiones desenlazaron mayormente un sentimiento: el miedo. Miedo de equivocarse, miedo de participar, miedo de hablar en asambleas comunales, miedo de liderar. Para minimizar el miedo, es necesario reformular el concepto de un “líder” que permite la inclusión de cualidades femeninas. Esto debe de ser acompañado con la valorización de su fortaleza, y la afirmación de que mujeres también pueden, y si desean, también deben ser líderes.
El reformular conceptos aprendidos desde que somos niñas y niños, los cuales son reforzados a diario, no es una trabajo fácil ni inmediato, es un proceso constante de reflexión, reformulación y práctica.
Se necesita crear más espacios donde varones y mujeres puedan entrar en estos procesos, donde se valore liderazgos femeninos, no solo para el beneficio de las mujeres y del colectivo, sino porque la participación política es un derecho de todas y todos.
[1]Fuente: Corporate Women Directors International: https://globewomen.org/CWDINet/index.php/2016-cwdi-report-on-women-board-directors-of-latin-americas-100-largest-companies/ [2]Fuente:https://gestion.pe/peru/politica/desigualdad-genero-politica-debate-peru-elecciones-246766-noticia/