José Florez y Dani Quispe no pudieron abrazar ni saludar a sus hijos el último tercer domingo de junio. Tampoco compartieron un almuerzo ni un momento con ellos. Sus hijos perdieron la vida durante la represión policial ordenada por el gobierno de Dina Boluarte para sofocar las protestas contra el gobierno. Al igual que ellos, otros cuarenta y ocho padres y madres pasaron ese día de luto, esperando justicia.
José Flores se prepara para hablar, pero se detiene, su mirada perdida en el vacío. Lucha por encontrar las palabras que se le escapan desde hace horas. Con una botella de cañazo en la mano, se mueve hacia el centro de un círculo de personas. Cada vez que intenta mencionar a Rosalino, hace una mueca, respira profundamente y evoca al hijo cariñoso, al joven alegre, al hermano consentido, al padre que no llegará a ser. Se acerca a cada uno de los presentes y va vertiendo un pequeño chorro de cañazo sobre el suelo. Luego, saluda al doctor, al amigo, al compañero, a todos, y les agradece por estar ahí. Guarda silencio unos segundos, remoja su tristeza en la bebida, se le afloja la pena y las palabras también. Levanta el vasito de plástico y, con voz solemne, pronuncia: «Por Rosalino», dejando caer otro chorrito sobre la tierra.
Hace un año, Rosalino Flores Valverde fue enterrado en el cementerio de Conchacalla, en San Jerónimo, Cusco. Su tumba es sencilla, con una cruz de hierro negro y una lápida que lleva grabada la frase: “Con tu partida dejaste una cicatriz en el corazón de tu pueblo. Siempre te recordaremos Nerito”. El 22 de marzo familiares, amigos, y vecinos se han reunido en el cementerio para la misa del primer aniversario de su muerte.
Rosalino falleció ese día hace un año en un hospital de Lima, tras sesenta días de dolorosa agonía. El 11 de enero de 2023, un policía le disparó 35 perdigones de plomo por la espalda, causándole graves daños intestinales que requirieron la extirpación de casi un tercio de este órgano y afectando otros órganos.
Cuando le preguntan sobre su incansable búsqueda desde el 22 de marzo de 2023, José, su padre, responde con dolor: “Quiero justicia, papá”. Esta búsqueda dolorosa y prolongada es compartida por los padres, madres, hijos y hermanos de las otras cuarenta y ocho víctimas de la represión del gobierno de Dina Boluarte
Dani Quispe es el padre de Beckham Romario Quispe Garfias, un joven de 19 años que era estudiante y deportista. Beckham Romario fue asesinado el 12 de diciembre en el aeropuerto de Andahuaylas, Apurímac. Aunque el asesino aún no ha sido identificado, Dani Quispe ha mostrado a los medios fotografías de la grave herida en la cabeza de su hijo, indicando que solo un arma de largo alcance podría haber causado tal daño.
Tras la muerte de su hijo, Dani Quispe fue elegido presidente de la Asociación de Víctimas de la represión en las protestas de Andahuaylas y Chincheros, Apurímac. Así comenzó su largo y arduo camino en busca de justicia no solo por la muerte de su hijo, sino también por la de los hijos de las otras víctimas del gobierno.
Dani Quispe ha declarado que todos «buscamos justicia». También ha rechazado la acusación del gobierno de que las protestas fueron motivadas por el narcotráfico o por delincuentes. En sus palabras a Ojo Público, afirmó: «Nosotros no somos delincuentes ni asesinos. Somos agricultores. Lo que queremos es justicia». Al igual que José Florez y Dani Quispe, cuarenta y ocho padres y madres en Perú no pudieron este tercer domingo de junio recibir el saludo ni el abrazo de sus hijos, ni compartir un almuerzo o un momento familiar juntos. Estas familias están atrapadas en el luto permanente y en la búsqueda de justicia, después de que el gobierno de Dina Boluarte decidiera reprimir a los ciudadanos para contener las protestas antigubernamentales entre diciembre de 2022 y febrero de 2023.
DHSF.