La otra cara de la cuarentena en las zonas altoandinas: roles de género y sobrecarga familiar

Yulissa Casana-Comunicaciones DHSF

Las mujeres asumen una mayor responsabilidad familiar y padecen una sobrecarga de roles tradicionales de género dentro del hogar durante esta cuarentena nacional por el COVID-19, la cual ha visibilizado este impacto desigual entre hombres y mujeres, especialmente en las zonas altoandinas.

La participación de la mujer en la vida política, social y económica ha ido cambiando a lo largo de la historia, aunque en algunos lugares de la sierra sur todavía es común que a las mujeres desde temprana edad les enseñen que tienen que cumplir con determinadas tareas domésticas por el bien familiar. Algunos padres creen que con que las niñas sepan una serie de labores domésticas, es suficiente en la vida y otros consideran innecesario que vayan al colegio, puesto que el ámbito en donde se desarrollan y desenvuelven se limita únicamente al hogareño. Ahora, con el confinamiento, es mayor la carga doméstica y grandes las preocupaciones por el acompañamiento a los hijos e hijas en las clases virtuales que deben recibir en medio del difícil acceso a la tecnología en las comunidades campesinas. En la zona rural solo el 15.4 % tiene conexión a Internet, a comparación a la zona urbana que llega a 58.2 % [1].

HISTORIAS DE VIDA

A 5 horas de viaje por carretera desde la ciudad Cusco, se ubica la provincia de Espinar. Allí, en el distrito Yauri, en el barrio Vallecito, Maximiliana Siñane Llacma, vicepresidente de la Asociación de Mujeres Defensoras del Territorio y la Cultura K’ana de Espinar, mantiene cerrada su tienda. El temor al contagio por coronavirus es enorme, por lo que ha disminuido la clientela. “No hay trabajo y algunas mujeres que teníamos negocios en la casa ya no los tenemos”, lamenta. Tampoco es sencilla la convivencia. La mayoría de los varones se resisten a la redistribución equitativa de responsabilidades dentro de la familia, según Siñane. “Cocinamos, lavamos, limpiamos y enseñamos a los niños. La mayoría de las compañeras nos dicen que los esposos no apoyan y a veces hay discusiones”, explica.

Las dinámicas dentro de la familia también han variado por el retorno de los migrantes a sus pueblos natales debido a que perdieron sus trabajos en las ciudades. Entonces, de acuerdo a Sayda Boza Choquehuanca, secretaria general de la Federación Distrital de Campesinos de Chamaca, surgen las tensiones en el hogar y las discusiones por la economía y la sobrecarga de tareas domésticas son a diario. “Así como hay esposos que colaboran con los quehaceres de la casa, también hay familias bastante violentas. Los esposos antes paraban en el campo y ahora todos están juntos (en la casa). Incluso, los hijos mayores han regresado a la casa y ya no hay ese calor familiar por los problemas”, argumenta.

Esta dirigenta del distrito de Chamaca, provincia de Chumbivilcas, analiza que, además del estrés y la ansiedad por la pandemia, las mujeres sufren la angustia por la falta de ingresos económicos y la educación interrumpida de sus hijos por no tener Internet. “En las 10 comunidades campesinas del distrito hay luz, pero en algunos sectores que están alejados, no hay electrificación. No hay antenas de Internet ni señal telefónica. Justamente, hemos tenido reunión en el Comando COVID-19 sobre este problema (…). Estamos exigiendo solo al alcalde que coloque Internet gratuito, no hay otra instancia a dónde recurrir”, expresa Boza.

Otras madres de familia han optado por subir a los cerros con sus hijos con tal de conectarse a Internet. “Algunos tienen señal de celular, hasta Internet tienen, mientras que aquí la mayoría son vulnerables. En otras zonas de Chumbivilcas están pasando lo mismo”, advierte la dirigenta.

Así como es necesario el servicio de Internet, también lo es conseguir un celular moderno para la educación a distancia; sin embargo, los padres de familia no pueden comprar un teléfono móvil por la reducida ganancia económica obtenida en esta última campaña agrícola por efecto de la emergencia. La actividad agropecuaria es la única fuente de ingresos en la zona rural. “Algunos no tienen celular y otros no tenemos ni para comprar uno. Ahí están (los estudiantes) avanzando por radio ya que no hay Internet”, declara la regidora del distrito de Velille, provincia de Chumbivilcas, Rosalía Salcedo Huillca. A partir del otro mes, el Ministerio de Educación repartirá a los estudiantes de las zonas rurales y urbanas en situación de pobreza más de 840 mil tablets con servicio de internet móvil y con cargador solar para zonas sin servicio eléctrico [2]. Se desconoce el número de estos equipos modernos que le tocará a nuestra región.

La desigualdad y pobreza que enfrentan las mujeres rurales es anterior a la pandemia. El analfabetismo afecta en mayor proporción a este grupo. El 17.1 % de las mujeres cusqueñas son analfabetas, en cambio los varones representan un 4.2 % [3]. La regidora Salcedo señala que no saber leer ni escribir es un impedimento a la hora de enseñar a los niños. “Algunas mamás ahí están sufriendo, pues (el programa) Aprendo en Casa no es como tener un profesor capacitado. Podemos enseñar, ayudar con la tarea, pero hay papás que no saben leer ni escribir”, indica. Existen mujeres que desean que sus hijas tengan igualdad de oportunidades y así puedan alcanzar un futuro distinto al suyo. “Hombre y mujer son iguales”, reitera Sayda Boza.

En la provincia de Espinar, Silvia Chahuara Ccahuana, integrante de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas Nativas y Asalariadas de Espinar, se centra en profundizar sobre el discurso machista que muchas mujeres oyen por parte de sus esposos o compañeros cuando ellas se empoderan y reclaman una relación igualitaria. “El hombre te dice: si tanto reclamas, anda a trabajar, a ver si puedes. En ese momento, una mujer empieza a reaccionar y pone sus fuerzas, si no lo hacemos, los hijos seguirán aprendiendo (el machismo) y no podemos permitirlo”, subraya. La búsqueda de espacios de diálogo y el acercamiento entre las propias mujeres propicia la plática abierta sobre el tema y a la vez es una oportunidad para desahogarse de la sobrecarga de trabajos domésticos y de cuidados a tiempo completo. “Yo pediría comunicación con las lideresas para juntas solicitar charlas a las instituciones como el CEM (Centro de Emergencia Mujer), la municipalidad y el gobierno regional”, concluye Chahura, a quien, de igual forma, le genera aflicción las víctimas de violencia de género del área rural que se ven obligadas en esta cuarentena a convivir con su agresor y son las deben superar una serie de obstáculos culturales, económicos y sociales para acceder a la justicia.

Permanecer cómodamente en casa durante la pandemia del COVID-19 se ha convertido en un privilegio de ciertos grupos sociales, mientras la pobreza y desigualdades, incluida la de género, construyen lazos fuertes que a la vez hacen más evidentes a estos problemas estructurales en el Perú. Las zonas altoandinas de nuestra región de Cusco son parte de esta injusta realidad social que exige nuestra atención para construir una sociedad equitativa.

Fuentes bibliográficas

[1] https://gestion.pe/tecnologia/internet-surfeando-brecha-digital-utilizan-internet-peruanos-267314-noticia/

[2] https://larepublica.pe/sociedad/2020/05/13/ministerio-de-educacion-escolares-recibiran-tablets-para-educacion-a-distancia-aun-en-mes-y-medio/

[3] https://www1.inei.gob.pe/estadisticas/indice-tematico/analfabetismo-y-alfabetismo-8036/

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